La enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte a nivel global, generando más fallecimientos que el cáncer, la diabetes y las enfermedades respiratorias crónicas. Se estima que unos 18 millones de personas mueren por año y este número está en aumento, estimándose casi 24 millones de decesos para el año 2030.
En el mismo sentido, en Argentina causa aproximadamente 100.000 fallecimientos anuales, lo que implica unas 280 muertes por día y representa la principal causa de muerte prematura en ambos sexos (35% en hombres y 28% en mujeres), y primera causa de muerte prevenible en el país.
Si bien se trata de una problemática multifactorial, hay robusta evidencia que demuestra el rol causal del colesterol LDL en la enfermedad cardiovascular. Sin embargo, se trata de una problemática silenciosa.
“El aumento de los niveles de colesterol no tiene síntomas específicos”, advierte el doctor Pablo Corral, médico especialista en medicina interna, lipidólogo, docente de la Universidad FASTA y presidente de la Sociedad Argentina de Lípidos.
“Muchas veces, la manifestación inicial del aumento de los niveles de colesterol es la muerte súbita, como complicación de un infarto de miocardio o cerebrovascular”, afirma Corral.
¿QUÉ ES?
El colesterol es una grasa (lípido) que se encuentra en todas las células del cuerpo y que es necesaria para la producción de hormonas, de vitamina D, la generación de energía y para que cada célula del organismo funcione correctamente.
Solo el 25% del colesterol está relacionado con la dieta, el resto lo fabrica el propio organismo. Por eso la alimentación saludable puede no ser suficiente para que los pacientes de alto riesgo alcancen sus metas de colesterol-LDL.
El colesterol, al ser una grasa, debe ser transportada dentro de partículas denominadas lipoproteínas. Hay dos tipos principales de estas partículas: las lipoproteínas de baja densidad (LDL, por sus siglas en inglés), y las lipoproteínas de alta densidad (HDL, por sus siglas en inglés).
Cuando el nivel de colesterol-LDL en sangre es alto, puede acumularse en las paredes arteriales creando lo que se conoce como placa de aterosclerosis o ateroma, el cual restringe el flujo sanguíneo.
La enfermedad cardiovascular aterosclerótica se refiere a una variedad de enfermedades causadas por el desarrollo de estas placas.
Debido a que las placas se acumulan silenciosamente, el riesgo de sufrir un evento cardiovascular no es detectado hasta que ocurre un ataque cardíaco o un infarto cerebral.
La enfermedad cardiovascular aterosclerótica genera el 85% de las muertes cardiovasculares a nivel global.
¿BUENO Y MALO?
“La división entre colesterol bueno y malo es incorrecta. Se ha utilizado durante muchos años, pero el colesterol-LDL no es ni bueno ni malo”, dice el doctor Corral.
“Por tener colesterol-HDL alto (el colesterol llamado erróneamente “bueno”) uno no está protegido de las enfermedades cardíacas. No es un factor protector cardiovascular”, explica el médico.
Esa afirmación del doctor Corral se sustenta en un estudio científico publicado en 2020 que afirma que no todo el colesterol bueno es saludable y la presencia de partículas grandes se podrían asociar a un mayor riesgo de infarto de miocardio.
“La evidencia científica ha demostrado desde hace más de tres décadas la relación causal entre los niveles de colesterol -especialmente el transportado en la LDL- y la enfermedad cardiovascular de origen isquémico. Debemos recordar que la enfermedad coronaria y el infarto agudo de miocardio isquémico son la principal causa de mortalidad a nivel mundial”, anota Corral.
“En nuestro país ocasiona 1 de cada 3 muertes. La evidencia demuestra que cuanto más bajos sean los niveles de colesterol LDL, más beneficios se encontrarán en función de la prevención y tratamiento de la enfermedad cardiovascular aterosclerótica”, marcó el experto.
Un factor de riesgo que, sin embargo, podemos modificar y tratar
Son numerosos los factores modificables que pueden generar un alto nivel de colesterol LDL, entre ellos, el sobrepeso, el consumo de alimentos poco saludables, el sedentarismo, el tabaquismo y las pocas horas de descanso.
Según una encuesta, 3 de cada 10 personas mayores de 18 años tienen niveles de colesterol LDL excesivos. “La genética es uno de los factores más importantes, aunque es el único que no es modificable”, explica el doctor Corral. “También pueden existir otras causas, aunque secundarias como la ingesta de algunos medicamentos o el cursar otras patologías”, agrega.
Si bien todos deberíamos controlar los niveles de colesterol, quienes tienen antecedentes familiares de eventos vasculares ateroscleróticos precoces, como por ejemplo un infarto agudo de miocardio o un ACV isquémico, deben ser estudiados en forma sistemática, exhaustiva y precoz.
Cuáles son los alimentos que juegan en contra y cuáles a favor
El nivel de colesterol LDL en la sangre depende de varios factores, entre ellos la alimentación. Un tipo de alimento que contribuye a tener el colesterol LDL alto son aquellos ricos en grasas saturadas o trans, que se encuentran en alimentos como la manteca, la crema de leche, el queso, la carne roja, los embutidos, los fritos, los snacks, los dulces y los alimentos procesados.
También complica la alimentación pobre en fibra. Hay fibra en las frutas, las verduras, los cereales integrales y las legumbres. La fibra ayuda a reducir la absorción del colesterol en el intestino y a eliminarlo del organismo. Como norma, el colesterol LDL tiene como aliada a cualquier alimentación excesiva en calorías, que puede provocar sobrepeso u obesidad.
El exceso de peso aumenta el riesgo de tener el colesterol LDL alto y otros problemas de salud como la diabetes o la hipertensión.
En la vereda de enfrente, ayuda a reducir los niveles de colesterol LDL la alimentación rica en grasas insaturadas, que se encuentran en alimentos como el aceite de oliva, los frutos secos, las semillas, el pescado azul y la palta. También sirve la alimentación rica en antioxidantes, que se encuentran en alimentos como las frutas y verduras de colores intensos, el té verde.
Conviene agregar a los vegetales de hoja verde, los cereales integrales y algunos productos enriquecidos como los yogures.