Mientras las medidas económicas del gobierno de Javier Milei ocupan las portadas de los diarios y los canales de noticias, hay muchos argentinos, en diferentes lugares del país, que trabajan con el único objetivo de comer. “Siempre salí adelante sola.
Mi economía se basa en mi trabajo. El año pasado cocinaba con mil pesos y ahora, necesito por lo menos tres mil por día”, cuenta Soledad “Ita” Alarcón a Telenoche.
Según explica la mujer, que vive de lo que pesca desde hace más de dos décadas, en cada momento de su vida priorizó alimentar y criar a sus hijos por sobre todas las cosas. “Aprendí de chica el oficio de la pesca que me enseñó mi papá. Hay muchas maneras de hacerlo, la mía es con la red que junto con mi canoa son mis herramientas de trabajo”.
Cómo se vive en el Barrio San Pedro Pescador
Ita se despierta temprano para acompañar a sus hijos más chicos a la escuela y después se va a pescar. “Ellos entran a las 7.40, de ahí me voy al río, tiro mi red y vuelvo a las 11 a casa a cocinar porque mi otro nene va a la tarde a la escuela”.
La mujer reconoce que para vivir de la pesca, hay que ser constante y por momentos es una vida extremadamente sacrificada: “Cuando hace frío es dura la mano, hay épocas en las que se congela el agua y hay que rebuscárselas. Cuando hace calor, el sol es insoportable. Con 45 grados hay que estar en el río. El que quiere salir adelante, tiene que pescar a toda hora”.
Como pudo, Ita levantó su casa en un barrio sin servicios donde quienes viven sobre la margen del río, como ella, corren riesgo en cada temporal de perder todo. “Mi casa es humilde y vivo con mis cuatro hijos (el mayor de 21, otro de 15, de 10 y la más chica de 7 años). Quizás algunas veces solo tuvimos para comer una torta frita con mate cocido, pero desde que pude comprarme mi propia canoa, las cosas mejoraron”.
Ita cursó solo hasta cuarto año del secundario y dejó la escuela cuando quedó embarazada de su hijo más grande. “Seguí a quien en ese momento era mi marido a Buenos Aires, al poco tiempo que nos habíamos mudado nos dejó y yo decidí con lo que teníamos puesto volver a Chaco”.
Al regresar a su provincia decidió que no iba a depender de nadie más. “Ahí fue que tiré la malla al río y no paré más. Mi hermano también trabaja conmigo y mi hijo más grande está siguiendo mis pasos”.
Sobre el trabajo y lo que gana por la pesca, Ita nos contaba que el año pasado necesitaba mil pesos para cocinar para los cinco por día. Hasta hace dos semanas, tenía que destinar tres mil pesos para hacer las comidas del día.
“Antes sacábamos muchos más pescados. Había menos gente, ahora hay que esperar turno y si bien se paga más, tampoco es que todos los días se pesca de la misma manera”.
El barrio de los pescadores
Hay alrededor de 1500 personas en el barrio. “Nos conocemos todos después de tantos años de vivir acá. Hay gente buena y también mala. Muchos que son de afuera se instalan por unos días y ahí suceden los robos por eso no podemos dejar la casa nunca sola”.
Con respecto a su casa, sobre la margen del río, Ita cuenta con desilusión que el gobierno había decidido hace algunos meses poner una defensa para que la creciente no se comiera los terrenos, pero que cuando los trasladaron a otro lugar, lo que le habían prometido, no era lo que encontraron.
“Nos prometieron viviendas para que nos mudáramos y las casas se empezaron a romper. Como el suelo donde las construyeron no estaba en buen estado para construir, cuando llueve y se mueve la tierra, las casas sufren ese impacto”.
“Decidí volver a mi casa de la costa con mucha desilusión porque queríamos tener una mejor casita. Nos da mucha vergüenza por lo políticos que no se preocuparon realmente por nosotros”.
Ni noticias del dólar
Antes de terminar la entrevista, y en medio de las noticias sobre dólar oficial y el blue, le consultamos a Ita si sabía a cuánto estaba la divisa. “No miró mucho las noticias y no tengo ni la más pálida idea de a cuánto está ahora el dólar. Mi economía se basa en mi trabajo. A mí me importa a cuánto me paga el acopiador el surubí cuando es temporada o cuánto me pagan por el kilo de otros pescados”.
El río para todo
Ita confiesa que el río también funciona en su vida como catalizador de emociones: “Si estoy nerviosa o preocupada por algo, agarro mi canoa y me voy a pescar. He aprendido con la vida que hay que vivirla. Si te pasás llorando por todo, te vas a dar cuenta a los 90 años que estuviste quejándote más que disfrutandola”.
“En el río, la remo y en la vida también, a todo hay que meterle remo. Eso es lo que me gusta también enseñarles a mis hijos, que sean honestos, que se conviertan en hombres de bien y que todos los días se levanten para ‘remarla’ porque si no hay veces que no llegás”.