El humo volvió a invadir Chaco y con él, una grave amenaza para la salud de la población y el medio ambiente. Los incendios forestales, alimentados por la escasez de lluvias y las altas temperaturas, han generado una nube de humo denso que se extiende sobre la provincia. La calidad del aire ha alcanzado niveles perjudiciales, afectando principalmente a niños, ancianos y personas con problemas respiratorios, quienes ven agravada su situación.
Los incendios no solo causan daños inmediatos, sino que dejan una huella devastadora en el ecosistema. La flora y fauna local, muchas veces únicas en la región, son víctimas silenciosas de este avance destructivo. Los árboles que se pierden en estos incendios tardan décadas en crecer, y muchas especies animales se ven obligadas a desplazarse o, peor aún, a desaparecer.
La falta de políticas sostenibles para prevenir estos incendios y restaurar lo perdido es evidente. Mientras los gobiernos siguen sin comprometerse a reforestar, la naturaleza y las comunidades locales pagan el precio. Plantar árboles no solo es una acción de recuperación ambiental, sino una necesidad urgente para frenar la pérdida de biodiversidad y mitigar el impacto del cambio climático. Sin una estrategia clara y efectiva, el humo será una constante en las vidas de los chaqueños, y el paisaje que conocíamos seguirá desapareciendo.
Es tiempo de exigir un compromiso real para salvar lo que aún queda.